Cuento inspirado en "Teeth" de Lady GaGa
"Enséñame los dientes"
Por: Ricardo José Espinoza Jiménez
Es triste darse cuenta que a pesar de haberte dado la oportunidad de enamorarte y desvivirte por una persona a la que consideras el amor de tu vida todo lo manden a la basura; sentimientos, ilusiones, detalles uno con el otro y sobretodo tener el cinismo de que al despedirse sus dos últimas palabras que te dedicó fueran un: te amo.
Todo inició una tarde de marzo, hacía mucho calor, yo estaba muy preocupado por encontrar quien me pudiera ayudar a cortar mis hojas al mismo tamaño para un trabajo escolar, así fue como caí en la papelería de Don Mario. Cuál fue mi sorpresa que al entrar y buscar a Don Mario me encontré con un chico muy guapo.
-¿Buscabas a mi patrón? No está, pero soy nuevo, ¿te puedo ayudar en algo?
-¡Claro! ¿Me ayudarías a cortar mis hojas con la guillotina?
Con ese simple diálogo fue como inició la plática que duró más de una hora, hasta la tarea se me había olvidado. Pero por lo menos ya sabía que se llamaba Rodrigo, que tenía 28 años (los cuáles no se le notaban) y que sin duda me ponía muy nervioso cada vez que se me acercaba. Le pregunté si era gay, no lo acepto pero tampoco lo negó, razón suficiente para pensar en él todo el día.
Y así fue como se volvió una actividad diaria ir a visitarlo antes de que yo me fuera en la tarde a la prepa. Una semana, dos, tres, un mes y por fin se digno a decirme que le gustaba mucho, que deseaba tener un noviazgo formal conmigo pero con la condición de que no se lo dijera a nadie, yo como buen enamorado a mis 17 años no rompí nunca esa promesa, y es que Ro para mí ya no era el chico desconocido de la papelería, se había convertido en el gran amor de mi vida a pesar de no saber mucho de él, pero tenía la esperanza de que algún día me contaría todo acerca de su pasado.
Fue a mediados de junio cuando cumplimos mes y medio, Don Mario se iría de vacaciones por una semana y dejaría encargado a Rodrigo en la papelería en lo que regresaba, ese día me propuso una de las cosas que más anhelaba desde que lo conocí: hacer el amor con él.
Yo por supuesto que le dije la verdad sobre mi falta o nula experiencia sobre el tema, pero él me supo entender y me cuidaría y protegería sin lastimarme para hacer de ese día el más especial para mí, me dijo que a partir de ese día iba a renacer.
Y vaya que si lo cumplió, en cuanto llegue cerró con candado la pape, empezó con besos tan pero tan apasionados que me dieron la confianza de estar con él. Besó cada parte de mi cuerpo con la misma delicadeza y suavidad con la que tocas un durazno. Él poco a poco se empezó a quitar la ropa y vaya que me enamore más de él al ver el trabajo físico que le dejaba cargar el material de la papelería; cada trozo de su bien formado cuerpo era tan fuerte que me brindaba mucha seguridad tenerlo junto a mí. Sus brazos y piernas duras y musculosas, su espalda tan ancha, su pecho y vientre marcados, y esa barba que le empezaba a salir fueron piezas fundamentales para que mi primera vez se convirtiera en un maravilloso paraíso terrenal.
Al poco tiempo de terminar él me preguntó si le había dicho a alguien que estaría con él, yo le contesté que le había dicho a mi madre el mismo pretexto de siempre de que iría con un amigo de la prepa para acabar una tarea, y que nadie de mis amigos sabía nada porque todavía no les había dicho sobre mi preferencia sexual. Ro sintió un gran alivio y a la vez una gran emoción que al principio me contagió y después me dio mucho miedo.
Le pregunté sobre ¿Quién era él? ¿Por qué tenía que ocultarme tantas cosas sobre donde vivía, su familia, sus amigos, etc.? El solamente respondió:
-Tú ya me conocías desde mucho antes de vernos en la papelería
-Claro que no ¿Cómo podría saber de ti sin habernos visto?
-Porque el primer día que nos vimos traías toda mi vida escrita en ese trabajo donde me puse a emparejar tus hojas ¿si te acuerdas de que se trataba?
A partir de ese momento me quede helado; mi trabajo de ciencia política era describir el caso de cualquier asesino serial así que yo decidí hablar de un asesino que mataba homosexuales porque los odiaba, y como era atractivo tenía toda la ventaja sobre ellos, y parte de ese odio lo reflejaba cuando los asesinaba: les quitaba alguna parte del cuerpo que a él le gustará. Me acuerdo que al final decía que a la fecha no lo habían podido agarrar porque nadie lo ubicaba ni tenían un fiel retrato hablado acerca de él.
Entre en pánico, la papelería tenía candado, estaba atrapado, no tenía salida, Ro me sugirió que no lo hiciera difícil, agarro un cúter y al último me dijo:
-Enséñame tus dientes y cierra los ojos. Esto lo estoy haciendo porque… ¡Te amo!
Esas fueron sus dos últimas palabras con la que pasó el cúter por mi garganta, empecé a desangrarme y él solamente me besaba mientras yo moría en agonía.
¿Por qué lo hizo? Después de tantos momentos tan felices y largos ratos de alegrías cada vez que nos veíamos. Se olvido de todo eso y convirtió en pedazos no sólo esos recuerdos, sino también a mí; poco a poco fue cortando mi cuerpo con la guillotina que nos había encontrado y ahora nos separaba. Todo ese amor que le tenía lo destruyó, me había quedado en cachitos no solo mi cuerpo, también mi corazón.
Robó cada uno de mis dientes, los hecho en su maleta, limpio todo para no dejar huella de lo que había pasado ahí, acabo de cortarme y al final me metió en una bolsa de plástico negra. Ahí lo pude comprender todo; solamente había significado eso para él, una carga que terminó aventándola en un bote de basura a dos cuadras de la papelería y de mi casa.
El olor fue lo que despertó la curiosidad de la gente que pasaba por el bote de basura, creían que era un animal muerto, pero fue mi papá quién abrió la bolsa y descubrió a su hijo dentro de ella. Mi familia restante y mis amigos no concebían como pude acabar así, a esa edad, con tanta vida robada de un momento a otro, y ni yo pude creer como la locura de un amor me terminaría destruyendo de esa manera.
Todo inició una tarde de marzo, hacía mucho calor, yo estaba muy preocupado por encontrar quien me pudiera ayudar a cortar mis hojas al mismo tamaño para un trabajo escolar, así fue como caí en la papelería de Don Mario. Cuál fue mi sorpresa que al entrar y buscar a Don Mario me encontré con un chico muy guapo.
-¿Buscabas a mi patrón? No está, pero soy nuevo, ¿te puedo ayudar en algo?
-¡Claro! ¿Me ayudarías a cortar mis hojas con la guillotina?
Con ese simple diálogo fue como inició la plática que duró más de una hora, hasta la tarea se me había olvidado. Pero por lo menos ya sabía que se llamaba Rodrigo, que tenía 28 años (los cuáles no se le notaban) y que sin duda me ponía muy nervioso cada vez que se me acercaba. Le pregunté si era gay, no lo acepto pero tampoco lo negó, razón suficiente para pensar en él todo el día.
Y así fue como se volvió una actividad diaria ir a visitarlo antes de que yo me fuera en la tarde a la prepa. Una semana, dos, tres, un mes y por fin se digno a decirme que le gustaba mucho, que deseaba tener un noviazgo formal conmigo pero con la condición de que no se lo dijera a nadie, yo como buen enamorado a mis 17 años no rompí nunca esa promesa, y es que Ro para mí ya no era el chico desconocido de la papelería, se había convertido en el gran amor de mi vida a pesar de no saber mucho de él, pero tenía la esperanza de que algún día me contaría todo acerca de su pasado.
Fue a mediados de junio cuando cumplimos mes y medio, Don Mario se iría de vacaciones por una semana y dejaría encargado a Rodrigo en la papelería en lo que regresaba, ese día me propuso una de las cosas que más anhelaba desde que lo conocí: hacer el amor con él.
Yo por supuesto que le dije la verdad sobre mi falta o nula experiencia sobre el tema, pero él me supo entender y me cuidaría y protegería sin lastimarme para hacer de ese día el más especial para mí, me dijo que a partir de ese día iba a renacer.
Y vaya que si lo cumplió, en cuanto llegue cerró con candado la pape, empezó con besos tan pero tan apasionados que me dieron la confianza de estar con él. Besó cada parte de mi cuerpo con la misma delicadeza y suavidad con la que tocas un durazno. Él poco a poco se empezó a quitar la ropa y vaya que me enamore más de él al ver el trabajo físico que le dejaba cargar el material de la papelería; cada trozo de su bien formado cuerpo era tan fuerte que me brindaba mucha seguridad tenerlo junto a mí. Sus brazos y piernas duras y musculosas, su espalda tan ancha, su pecho y vientre marcados, y esa barba que le empezaba a salir fueron piezas fundamentales para que mi primera vez se convirtiera en un maravilloso paraíso terrenal.
Al poco tiempo de terminar él me preguntó si le había dicho a alguien que estaría con él, yo le contesté que le había dicho a mi madre el mismo pretexto de siempre de que iría con un amigo de la prepa para acabar una tarea, y que nadie de mis amigos sabía nada porque todavía no les había dicho sobre mi preferencia sexual. Ro sintió un gran alivio y a la vez una gran emoción que al principio me contagió y después me dio mucho miedo.
Le pregunté sobre ¿Quién era él? ¿Por qué tenía que ocultarme tantas cosas sobre donde vivía, su familia, sus amigos, etc.? El solamente respondió:
-Tú ya me conocías desde mucho antes de vernos en la papelería
-Claro que no ¿Cómo podría saber de ti sin habernos visto?
-Porque el primer día que nos vimos traías toda mi vida escrita en ese trabajo donde me puse a emparejar tus hojas ¿si te acuerdas de que se trataba?
A partir de ese momento me quede helado; mi trabajo de ciencia política era describir el caso de cualquier asesino serial así que yo decidí hablar de un asesino que mataba homosexuales porque los odiaba, y como era atractivo tenía toda la ventaja sobre ellos, y parte de ese odio lo reflejaba cuando los asesinaba: les quitaba alguna parte del cuerpo que a él le gustará. Me acuerdo que al final decía que a la fecha no lo habían podido agarrar porque nadie lo ubicaba ni tenían un fiel retrato hablado acerca de él.
Entre en pánico, la papelería tenía candado, estaba atrapado, no tenía salida, Ro me sugirió que no lo hiciera difícil, agarro un cúter y al último me dijo:
-Enséñame tus dientes y cierra los ojos. Esto lo estoy haciendo porque… ¡Te amo!
Esas fueron sus dos últimas palabras con la que pasó el cúter por mi garganta, empecé a desangrarme y él solamente me besaba mientras yo moría en agonía.
¿Por qué lo hizo? Después de tantos momentos tan felices y largos ratos de alegrías cada vez que nos veíamos. Se olvido de todo eso y convirtió en pedazos no sólo esos recuerdos, sino también a mí; poco a poco fue cortando mi cuerpo con la guillotina que nos había encontrado y ahora nos separaba. Todo ese amor que le tenía lo destruyó, me había quedado en cachitos no solo mi cuerpo, también mi corazón.
Robó cada uno de mis dientes, los hecho en su maleta, limpio todo para no dejar huella de lo que había pasado ahí, acabo de cortarme y al final me metió en una bolsa de plástico negra. Ahí lo pude comprender todo; solamente había significado eso para él, una carga que terminó aventándola en un bote de basura a dos cuadras de la papelería y de mi casa.
El olor fue lo que despertó la curiosidad de la gente que pasaba por el bote de basura, creían que era un animal muerto, pero fue mi papá quién abrió la bolsa y descubrió a su hijo dentro de ella. Mi familia restante y mis amigos no concebían como pude acabar así, a esa edad, con tanta vida robada de un momento a otro, y ni yo pude creer como la locura de un amor me terminaría destruyendo de esa manera.