El viaje rosa









“Mi padre me preguntó: ¿eres homosexual?
Yo le contesté: ¿Importa?
Él me dijo: No, realmente no".
Entonces dije: Si, lo soy
El respondió: ¡Vete de aquí!
Creo que si importaba

Mi jefe me preguntó: ¿Eres homosexual?
Yo le contesté: ¿Importa?
Él me dijo: No, realmente no.
Entonces dije: Si, lo soy
El respondió: ¡Vete, estás despedido!
Creo que si importaba.

Mi amante me preguntó: ¿Me amas?
Yo le pregunté: ¿Importa?
Él contestó: Si.
Entonces le dije: Te amo.
El respondió: ¡Déjame tenerte en mis brazos!

 
Por primera vez en mi vida, algo importaba “
Anónimo




Luis Zapata lanzó en los años 70’s el libro “El vampiro de la colonia roma” en él relataba todas las travesías y experiencias q atravesaban la vida de Adonis; un “chichifo” clase baja, muy coloquial en su manera de expresarse, y abierto a experimentar cualquier encuentro sexual que se le presentará siempre y cuando le pagarán muy bien por sus favores.



El sitio donde conocía a la mayoría de sus clientes era la Alameda Central, un lugar que después de 40 años sigue estando de moda para la comunidad, recomendado en la página de clandestinogay.com donde lo mencionaban como uno de los mejores lugares de encuentros en el df; la mayoría de chicos se dan cita ahí.



Una tarde de jueves se convierte en toda una gran travesía al caminar por ahí, las vueltas por la alameda son inevitables pero la verdadera acción inicia cuando encuentras una banca desocupada, ahí, das el primer paso para volverte “atractivo” para los demás, en cuanto tomas asiento conoces las múltiples formas de demostrarle al otro la intención de tener sexo con él; desde una mirada coqueta hasta la famosa “agarrada de paquete” en la que la mayoría todos caen. Los pasillos se convierten en pasarelas donde los principales protagonistas son militares, policía

s, hombres casados, “obvias”, y por supuesto los “chacales” quienes la mayoría cobran su compañía a cambio de unas caguamas dentro de los múltiples bares que rodean este sitio.


La alameda encierra un gran erotismo y curiosidad para los visitantes que circulan por esta zona. El que pasa repite, poco a poco más fuerte, y ya no es sólo dar la vuelta por la alameda, Sino embriagarte en el “internet”; un bar escondido como tienda de abarrotes. O tomar un baño colectivo en “los mina” donde todos visten el traje de adán, pero sin la hoja que tapa abajo del ombligo y arriba de las piernas. La alameda; un sitio de tradición donde hombres de todo tipo de clases sociales y aspecto físico se toman cita buscando un arranque de pasión después del trabajo.


De ahí nos trasladamos a la Zona Rosa; un nombre dado a este barrio por el pintor mexicano José Luis Cuevas, ya que el color rosa de la zona proviene de ser una zona roja por la noche, y blanca de día. Y vaya que es cierto, es rosa en todo su esplendor porque ya es conocida aquí y en el mundo como un lugar gayfriendly. Desde temprano se pueden dar a notar los chicos que entre 15 a 18 años van a dar la vuelta, curiosear, ligar, o salir con sus amigos a bailar. No importa la hora, ni el lugar, en todos lados se siente la fiesta.



Aunque existen muchos chicos narcisos en todos los antros; jóvenes de gran belleza a quien todos admiran, pero llenos de vanidad y orgullo despreciando y rechazando a todos. El trato en zona rosa es un tanto discriminativo, o vas en tus mejores galas, oliendo rico, y mejor si llevas coche y dinero para dispararle una chela a quien te guste o de plano no serás un buen partido para esa noche. El amor ahí es exprés, no valen sentimientos, no valen pláticas, ni siquiera el famoso “click”, solamente atracción física y sexo.



Liberándose de toda esa energía contenida por el estrés y el trabajo bailan y cantan toda la noche canciones de Thalía, Paulina, Alaska, Lorena Herrera, Offer Nissim, Lady Gaga, mezcladas al ritmo de los que bailan “coreografías” al ritmo de Gloria Trevi con “todos me miran” y al último una que otra canción de cantina para ese mala copa que no puede faltar. Amberes calle de puros chavitos, Londres los más fiesteros, Liverpool los fresas, las cabinas transpirando sexo, y Hamburgo calle famosa por la prostitución masculina que ahí habita. La Zona Rosa de Guadalupe Amor nunca volvió hacer la de antes, pero para el siguiente y último lugar que visitamos quedaría este fragmento de poema que alguna vez cito: “Endúlzame el oído con tus palabras lascivas y envenena mi libido con tus sueños de pecado nocturno” eso es lo que se dicen unos con otros en el Spartacus. Un antro ubicado en ciudad Neza que lleva muchos años conocido y visitado por el colectivo gay y hasta el que no lo es. Spartacus con sus meseros en boxers inicia hasta la medianoche, la llegada de vestidas, chacales, heteroflexibles, y gays de closet es todo un espectáculo. La música, la pista llena colores, alrededor espejos y adornos, todos bailando a ritmo de salsa, guaracha y hasta reggaetón, cada quién muestra sus mejores pasos. El que te avienten la peluca las vestidas no es sinónimo que “bufen”; es solamente porque les encanta mover “su cabello”.


Inicia el show, todos a la expectativa por ver a las imitadoras de: Lucero, Marisela, Yuri, verónica castro y su “Macumba”, entre otras. Después de cantar vienen los gogos, que bailando mesa por mesa provocan que el público les coloque billetes en sus boxers, y al final el plato fuerte: desnudos totales de los strippers, donde todos se quedan con la boca abierta.

Aquí es donde se da el clímax y todos empiezan a moverse al cuarto oscuro o mejor llamado “la terraza del amor”; subiendo las escaleras del segundo piso inicia la aventura, todos mirando a las vestidas, buscando tocar o algo más que solo eso.

Para Freud libido es sinónimo de energía sexual, es la energía principal, el instinto básico que mueve la vida del ser humano; y por lo menos en Spartacus es por la mayor razón que todos van. El ambiente invita a cualquier visitante a desbordarse en deseo con la silueta más atrayente que encuentren, el amor es a ciegas y solo dura unos instantes, pero la sola experiencia te hace sonrojar. Algunos más atrevidos que otros, unos son protagonistas de actos, los otros solo observan pero con eso es más que suficiente. Pocos son los atrevidos que después del encuentro deciden preguntarse el nombre, pero eso se repite cada fin de semana, al final el antro empieza a desocuparse hasta las 8 de la mañana; todos saliendo con una honesta sonrisa.



Sólo una conclusión en este viaje rosa: ¿Son más promiscuos los homosexuales que los heterosexuales? La promiscuidad no es un problema, lo que sí es un problema es no cuidarse al tener sexo. El entretenimiento gay es diverso, tan diverso como la riqueza cultural que hay en este país. ¡Viva México! 

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